25 octubre 2006

bondades medicinales de la hoja de coca

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Un doctor para la coca

DEFENSAS. Teobaldo Llosa es el psiquiatra que más ha estudiado y defendido las bondades medicinales de la hoja de coca, tanto que la ha aplicado en el tratamiento contra la adicción al clorhidrato de cocaína y a la pasta básica. Todos sus estudios son citados en el extranjero

Por Miguel Ángel Cárdenas

No necesitó mate ni harina de coca para volar un Mirage V, para ser presidente de la Federación Peruana de Ciclismo, para cantar como tenor lírico de zarzuela, para publicar dos poemarios ni para traducir del inglés su propio libro "Médicos contra pacientes" con miras a filmar su primera película. El doctor Teobaldo Llosa es un personaje 'alucinante'. Acaba de promover las primeras cápsulas de harina de coca con fines médicos y se enfrenta sin ambages a la polémica contra su satanización.

Vivimos un 'boom' naturista con la harina de coca, similar al que se produjo con la maca y la uña de gato.
Yo le quitaría los adjetivos de milagroso y hoja sagrada que le están dando e iría a las cosas concretas: es un producto natural de las hojas de coca, sin añadidos, sin tóxicos, solo la molienda, y conserva todas las propiedades al cien por ciento, con la facilidad de que no hay que masticarla ni echarle una 'llicta'. Y que los intestinos absorben todos sus elementos, especialmente el calcio, la vitamina D, A, hierro, y, además, la cocaína.

Ha mencionado la palabra maldita.
Ahí es donde viene la polémica, la cocaína por vía oral como la consumen los chacchadores, o como se bebe en mate de coca, es buena, es un estimulante, como tomarse una taza concentrada de café o un 'red bull' cuando uno quiere estar despierto. Una bolsita tiene un gramo de hoja de coca, un promedio de cinco miligramos de cocaína, que equivale a dos tazas de café normal con 160 miligramos de cafeína. Pero además tiene otros efectos superiores al café, es un antifatigante, por eso los mineros y los agricultores chacchan todo el día, trabajan más y se agotan menos. Y les controlaba el apetito sin desnutrir, usted no ha visto serranos anoréxicos. Por eso, se dice que la coca es la mejor planta laboral del mundo, sin exagerar.

Si lo compara con el café, este tiene contraindicaciones y produce daños en la gente hipertensa, con gastritis.
Desde la época de los incas no se da coca a las gestantes ni a los niños. Por algo será, no sabemos todavía. De repente, tiene demasiado calcio --porque la coca es la planta que tiene más, cuatro o cinco veces el que tienen otras yerbas y los pescados-- y podría calcificar el cartílago de crecimiento. Hay que tener precauciones con las personas hipertensas, las que tienen presión intraocular alta, glaucoma.

Usted es el principal estudioso de la hoja desde 1996, ¿pero por qué hasta ahora no existe un documento científico contundente que pueda hacer frente a la imagen negativa que se difunde por todos los medios?
Hay mucha información peruana, boliviana y mucho más, norteamericana; sus gobiernos la combaten pero sus científicos nos dan el apoyo en todo. Lo que pasa es que no hay mucha divulgación. Si fuera verdad que la cocaína por vía oral causa adicción, no habría ni una sola bolsa de mate de coca en el mercado. La cocaína por la boca no excita, no trastorna, no crea paranoia, sino estimula como un café.

¿Y oralmente no genera adicción? Usted ha confesado que es adicto al café y su consumo es oral.
Yo tomo todo el día café. Pero es una adicción química y la que se persigue es la adicción de conducta. Es distinto, cuando alguien comienza a usar la cocaína por la nariz, la fuma como pasta o se inyecta, se excita, se trastorna, se pone agresivo o deprimido, abandona los estudios, los trabajos, roba, se vuelve sociópata. El chacchador, en cambio, consume para trabajar más. Esas son las diferencias. El término que se usa ahora en psiquiatría y en patología es dependencia. Significa que yo voluntariamente voy a buscar algo...

Pero aún ahí existe el riesgo de que en un momento ya no sea una elección libre, sino que ya no pueda vivir sin la sustancia ni controlarla. Por ejemplo, si le quito el café por muchos días, ¿usted tendría síndrome de abstinencia?
Sí, pero un síndrome que no trastorna mi conducta. Cuando uno tiene un síndrome de abstinencia tipo cocaína, tipo heroína, necesito la droga tanto que soy capaz de vender todo lo mío, luego lo de los demás y cuando alguien se opone, soy capaz de matarlo. Por eso hay crímenes por las drogas. El café me produce una dependencia fisiológica, pero pasado unos días desaparece, ¿usted se ha enterado que alguien robó o mató por una taza de café?

Usted le tiene tanta fe al consumo oral de la hoja de coca que paradójicamente hasta la ha usado para combatir la adicción al clorhidrato y a la pasta básica. Casi un método homeopático.
Para combatir la adicción al cigarro, se usan parches de nicotina, autorizado por los ministerios del mundo. Y la metadona se usa para los adictos a la heroína. Yo soy pionero de un tercer método que se llama terapia de sustitución o agonista: la cocaína oral como cápsulas o como infusiones; donde no se sustituye la sustancia sino la forma de usarla. Es que repito, lo máximo que uno puede hacer si se come un kilo de hoja de coca es intoxicarse, no se va a volver adicto.

¿Cómo llegó a este tratamiento? Usted se hizo famoso en los años 80 por hacer operaciones al cerebro para combatir la adicción, que incluso hizo que el famoso Jacques Cousteau lo entrevistara para un documental.
Yo había venido de estudiar en Brasil y trabajé en una clínica psiquiátrica que comenzaba a llenarse, hasta en un 80%, de una clase de adictos que fumaban un cigarro con pasta. Dirigí a doce médicos y los pacientes entraban y salían y había tanta desesperación, la gente nos criticaba: pero no pueden curarlos, para qué son psiquiatras. Y usábamos todos los métodos modernos. Pero en el año 82, veíamos que no podíamos curar a nadie. Un día tuvimos en Navidad un paciente que masacró a la madre. Se reunieron mis médicos y les dije: señores, por aquí no podemos seguir.

¡Y decidió optar por la lobotomía!
Ese fue el problema, confundieron lobotomía con cingulotomía anterior bilateral, que es una cosa muy específica, que hasta ahora se usa para la ansiedad, para ideas depresivas con tendencia de suicidio que nadie puede controlar. Fui al Congreso Mundial de Viena en el año 84 a presentar los casos y se horrorizaron. En el "Le Monde" de París me dijeron Mengele peruano, en Estados Unidos me dijeron brujo. Había tanta oposición que paramos de operar, pese a que sané al 50% de enfermos considerados irrecuperables.

Y casi le quitan el título de psiquiatra...
En la asociación psiquiátrica, pero no pudieron. Por eso, decidí investigar el uso oral de la cocaína y me fui a la sierra, hice los estudios en Quillabamba, vi que los serranos consumían hoja de coca más de treinta años, seis días a la semana, estaban sanos. Hice estudios de sangre en el hospital y lo único que tenían eran parásitos. Entonces comencé a usar mate de coca como sustituto para la adicción y vi que la gente comenzaba a controlarla. Y me becaron en Estados Unidos en 1991, el mismo instituto que me llamó brujo.

Vamos a otro aspecto polémico, usted aboga por la industrialización; pero por más alternativo que sea, ¿por qué no se logran resultados concretos? Se supone que por la lógica de mercado...
¡Porque hay monopolio!, Enaco es la única que vende la harina de coca, sin embargo, ya la está soltando. Ya hay hasta cremas de coca con licencias de Digesa, porque es anestésico. Hay aguardiente de coca, vino de coca, que se está haciendo en Huanta. Y las cápsulas son el producto más moderno. Y ahora la hoja de coca con chocolate. Digesa está muy abierto a aceptar los beneficios de la coca. Pero que quede claro que yo también combato al narcotráfico, no se me hubiera ocurrido ser adicto, hasta opero a los adictos.

Y el argumento, que lo ve en carteles y hasta en la publicidad del cine: que la inmensa mayoría de los cultivos se va al narcotráfico.
Es cierto, pero la solución no es erradicar. La erradicación ha fracasado desde la época de los españoles. La erradicación fracasó en Asia con el opio. ¿Qué hago con las hojas? Hago chocolates, que se pueden vender hasta en un dólar para los turistas. Se tiene que hacer que los propios agricultores tengan derecho a hacer su harina de coca, su mate de coca, no solo Enaco, porque son costeños. En Colombia han comenzado a hacer papeles de coca, la celulosa de la raíz, las hojas, los tallos y la fibra las han convertido en cartones. No solo con la hoja, hay que industrializar toda la planta, faltarían hectáreas, el Gobierno diría siembren cien mil más porque faltaría para producir cartones y papel de coca.

¿Usted ha viajado a las zonas cocaleras?... ¿Ha hablado con los líderes cocaleros?
A las zonas de narcotráfico no, ni quiero meterme en política porque se distorsionan las cosas. He estado por Tingo María de vacaciones, en Quillabamba y en la mina de Casapalca. Soy un científico. Ni me he leído la suerte en las hojas de coca, soy muy realista.





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