29 noviembre 2006

Los peligros de los transgénicos: alimentos y cosechas

Los peligros de los transgénicos: alimentos y cosechas

Ronnie Cummins

Ecoportal.net

La tecnología de ingeniería genética (GE) ofrecida por corporaciones transnacionales de “ciencia de la vida” plantas, animales, seres humanos y microorganismos, patentando y después comercializando los resultantes de tales como Monsanto y Novartis consiste en la practica de alterar o interrumpir los planos genéticos de organismos vivientes - genealimentos, granos y otros productos para obtener ganancias. Corporaciones de la ciencia de vida proclaman con grandes fanfarras que sus nuevos productos revolucionarán la agricultura, eliminarán el hambre, curarán enfermedades y mejorarán la salud del público en general. En la realidad, a través de la practica de sus negocios y poder político, los ingenieros genéticos han hecho claro que tienen la intención de usar la GE para dominar y monopolizar el mercado mundial de granos, alimentos, fibras y productos farmacéuticos.

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* Ronnie Cummins es Director Nacional, Asociación de Consumidores Orgánicos

Las bendiciones de la hoja maldita

Las bendiciones de la hoja maldita




El Gobierno de Estados Unidos ha invertido unos 5 mil millones de dólares para erradicarla. El Estado colombiano la considera el combustible de la violencia que aqueja a ese país. Desde hace dos décadas, en las selvas de esa nación suramericana, guerrilleros y paramilitares se baten a muerte por el control de los cultivos de coca, una planta que para los indígenas páez es sagrada y, con productos a base de su hoja, quieren reivindicarla

Ganan terreno
Ya los productos de hoja de coca se distribuyen en todas las tiendas naturistas colombianas. Dada la demanda, los supermercados de cadena también se han arriesgado a su expendio. Las ganancias que generan los productos de hoja de coca se invierten en la comunidad de los páez.

Texto y fotos:Amalia Morales
Corresponsal en Colombia

A comienzos de este mes, el Vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, viajó hasta Londres, para lanzar allí la última campaña de su gobierno: “La maldición de la coca”. Esa cruzada que sataniza a la hoja de coca, Santos, la oficializó en un foro mundial celebrado contra las drogas.

Con el espíritu brioso de un soldado en batalla, Santos declaró a las emisoras de su país, desde la capital británica, que cerca de dos millones de hectáreas de la selva tropical húmeda colombiana han sido destruidas por el cultivo de esta planta maldita, con la que se produce cocaína, cuyos principales consumidores están en Estados Unidos y Europa.

Según estudios del gobierno, en Colombia se producen 800 toneladas de cocaína al año, el doble de lo que las autoridades creían. Se siembran más de 100,000 hectáreas, con seis cosechas al año.

Un kilo de cocaína puesto en Estados Unidos se consigue a 35,000 dólares y en Europa por 50,000 euros (63,000 dólares).

Al año el narcotráfico gana unos 800 millones de dólares, según la Dirección Nacional de Estupefacientes, DNE, de Colombia. Por eso, el Vicepresidente insistió con vehemencia, en que hay que concientizar a los europeos.

Mientras el vicemandatario colombiano hablaba por las radios, en una casa de dos pisos, en un barrio al occidente de Bogotá, se concretaba el sueño de unos indígenas colombianos, que piensan exactamente lo contrario de la hoja de coca: que es sagrada y bendita, y que cuenta con un gran potencial alimenticio.

Creen tanto en los beneficios de la hoja de coca, que desde hace seis años han empezado a producir té de coca, galletas y torta de coca, vino de coca, frutas deshidratadas con hojas de coca, y el producto rey: la Coca-sek, una gaseosa de color amarillento y verdoso que salió al mercado hace menos de un año.

“Es que no es lo mismo la uva que el vino, así que tampoco es lo mismo la hoja de coca que la cocaína”, dice Fabiola Piñacue, indígena páez y líder del proyecto Cocanasa, que está por reivindicar la hoja que otros maldicen.

No es la primera vez que Piñacue escucha que satanizan la hoja de coca. Desde que Piñacue salió de Tierradentro, en el Cauca, al suroccidente del país, donde la planta de coca florece en tierras húmedas y calientes como palmeras a orillas del mar, sólo ha escuchado injurias contra la planta que sus ancestros consideraban sagrada.

“La hoja de coca en realidad no es una droga, es fuente de vida, es un suplemento alimenticio que contiene muchas vitaminas y nutrientes, y eso está probado científicamente”.

Con esas palabras que acompañaba con una taza de té de hojas de coca, preparado por ella misma, Piñacue fue conquistando a sus compañeros de la carrera de Ciencias Políticas en una universidad bogotana.

Con su termo y empeñada es reivindicar a la hoja que aprendió a mascar desde niña, Piñacue comenzó a participar en las ferias artesanales. Algunos la insultaban por estar vendiendo ese té, pero la mayoría, dice, acogían con gusto sus palabras y su tizana de coca.

Recuerda que llegaba gente a preguntarle para qué era buena la hoja de coca. Fabiola sin titubear les decía que tenía propiedades medicinales para todo, “hasta para el mal de amores les decía que era buena”, dice sonriendo.

“Y es verdad porque la hoja de coca contiene alcaloides naturales”, agrega. Enseguida, extiende un plegable del proyecto que, citando un estudio científico hecho en Harvard en 1973, describe las principales propiedades de los 14 alcaloides de esa hoja verde oscura que crece en un clima lluvioso a más de 1,000 metros de altura y a menos de 2,800.

La hoja de coca es una píldora mágica, una suerte de multivitamínico —dice—, que acelera el funcionamiento del cerebro, evita las enfermedades cardiovasculares, es antidiarreico, regula la producción de melanina de la piel, acelera la digestión, previene gastritis, úlceras, es analgésica, anestésica, regula la secreción de la bilis, mejora el funcionamiento del hígado y por si fuera poco, combate la formación de caries. “Si usted se fija en los hombres ‘paeces”, son fuertes y sus dientes son duros y blancos”, comenta Ana María, una de las mujeres que trabaja en el proyecto.

En La Paz, Bolivia, una tarima natural localizada a más de 4,000 metros, es común que a un recién llegado que le falta el aire, le ofrezcan un té de hojas de coca para regular la carencia de oxígeno y revertir ese “soroche” o mal de altura.

Uso de siglos

En Calderas, en Tierradentro, donde Piñacue creció, el consumo de la hoja de coca empieza desde que brotan los primeros dientes.

Desde hace más de cinco siglos, los indígenas tienen la costumbre de “mambearla”, como le dicen a la actividad de masticar, antes de emprender cualquier faena en el día. También la usan para sus rituales sagrados.

Los primeros cronistas españoles que llegaron a Colombia escribieron que “(…) la virtud de esta hierba es que cualquier hombre que tenga estas hojas en la boca, no padece ni de hambre ni de sed”.

Sin embargo, la droga que se empezó a producir con uno de los alcaloides de la hoja, a finales de los setenta, y cuyo negocio floreció en los ochenta con el narcotráfico, y se mantiene hasta hoy, acabó un poco con la tradición del “mambeo” entre los indígenas.

En la actualidad, el Gobierno colombiano, apoyado por Estados Unidos, dedica millones de dólares a la erradicación de los cultivos de coca. Las fumigaciones de herbicidas acaban cada año con miles de hectáreas, sin embargo, los estudios revelan que lejos de disminuirse, las plantaciones proliferan en la zona del Putumayo y del Caquetá.

Derecho indígena y la competencia de los grupos armados

De la erradicación, se supone que se salvan las comunidades indígenas, a las que por ley se les reconoce como un derecho cultural el cultivo y consumo de la hoja.

En Calderas la hoja de coca que se siembra, va a parar a las bocas de sus pobladores y al horno de secado del proyecto Cocanasa.

Desde hace un par de años, por un decreto, se les permite a los de Cocanasa la industrialización y comercialización de la hoja de coca con fines culturales.

“Ha sido una batalla larga lograr que se permita la comercialización de la hoja con el propósito cultural”, dice David Curtidor, asesor legal de Cocanasa.

Otra batalla es la que libran en el terreno, en las plantaciones, donde muchas veces llegan grupos, paramilitares o guerrilleros, a presionar a los indígenas a que les vendan su cosecha. “Esa gente paga el doble de lo que nosotros pagamos, y como hay mucha necesidad en la zona, los indígenas terminan vendiéndosela. Ese ha sido un problema, aunque la mayoría nos la vende a nosotros”, dice Piñacue.

Energizante Coca-sek

Con el té de coca, a los indígenas les ha ido muy bien. En un año, llegaron a vender dentro de Colombia más de 30,000 cajas de aromática, como también le dicen a la tizana.

Con la Coca-sek o “gaseosa del sol”, en castellano, el resultado ha sido igual de alentador. Esta cola que se lanzó en diciembre en ocasión de una fiesta indígena, ha tenido gran aceptación en el mercado local.

Un lote de 20,000 latas de este energizante, que ha pasado satisfactoriamente los registros sanitarios, desaparece en dos semanas de las bodegas de Cocanasa.

Ya los productos de hoja de coca se distribuyen en todas las tiendas naturistas colombianas. Dada la demanda, los supermercados de cadena también se han arriesgado a su expendio.

Las ganancias que generan los productos de coca se invierten en la comunidad.

“Se hacen préstamos revolventes, se han mejorado las escuelas; lo último que se compró fue un horno para el secado de la hoja, porque sólo tostada sirve para extraer el contenido proteínico que tiene, y así no serviría para hacer cocaína”, dice.

Los productos de hoja de coca ya han traspasado las fronteras colombianas.

Además de Bolivia, hasta donde enviaron un vino de hoja de coca para la toma de posesión del presidente Evo Morales, la aromática ha llegado a suelo mexicano, canadiense, francés y holandés, sin embargo, en ninguno de esos países ha podido comercializarse aún como un producto naturista porque las legislaciones lo prohíben. Los escollos legales son por ahora una traba para la exportación.

A pesar de la aceptación en el mercado de los productos de la hoja de coca, todavía pesa más en la opinión pública y en el imaginario de la gente, el discurso que sataniza a la planta.

“Esta hoja es una hoja asesina, que convertida en cocaína alimenta toda la violencia que está sufriendo el pueblo colombiano”, resumió hace unas semanas el Ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, al anunciar que el año entrante, fumigarán cultivos en la frontera con Ecuador.



La Prensa, 19 nov. Pag. Internacionales


El sueño de Fabiola Piñacue es que un día los indígenas de Bolivia, Perú,
Ecuador y Colombia puedan industrializar y comercializar productos hechos
a base de hoja de coca. ()